Un puñado de pequeñas empresas de foto química prosperan a la sombra de las grandes
Fuji aprovecha su experiencia en la fabricación de película en su nueva cámara digital
Ramón Peco Madrid 19 ENE 2012 - 16:49 CET
“El mercado sigue sin necesidad de Kodak”. El que nos cuenta esto no es un ejecutivo de una empresa que compite con la de Rochester. Son las palabras del fotógrafo estadounidense Mark Ostrowski, una de las personas que mejor conoce en España la situación que atraviesa la fotografía analógica. Afincado desde hace 20 años en Gijón, regenta desde allí su tienda foto-r3.com. Un pequeño negocio que se cuenta entre los pocos a nivel mundial dedicados a vender sólo material fotoquímico.
Desde que comenzó esa aventura hace 10 años, justo al arrancar la crisis de las grandes empresas de película, su firme apuesta por la fotografía artesanal le ha permitido consolidar su tienda en un mercado que, a pesar de ser minoritario, sigue vivo y puede tener más futuro del que sospechamos.
En Fuji, la segunda empresa en venta de película fotográfica a nivel mundial, nos dan algunos datos pesimistas sobre la salud de su división analógica. En España se venden un total de 500.000 carretes al año. Una cifra que sabe a poco, pues en los buenos tiempos entre todas las empresas se facturaban 40 millones. El porcentaje cae entre un 40 y un 50 por ciento cada año.
Pero también nos proporcionan dos datos más positivos. El primero es que la venta de sus cámaras instantáneas analógicas se ha incrementado notablemente. Otro indicio que confirma el resurgimiento de la foto instantánea es que en Barcelona se acaba de abrir una tienda de Impossible Project. La empresa que ha logrado volver a fabricar y vender carretes instantáneos para cámaras Polaroid.
Al menos eso piensa Ostrowski, que cuestiona las pruebas de resistencia al paso del tiempo que dan las empresas de impresión digital. "Son estudios de laboratorio muchas veces encargados por las propias multinacionales”, apunta. Lo que está plenamente demostrado es que una foto fijada sobre un soporte de gelatina de plata puede durar un siglo y medio.
La fotografía tradicional también es mucho más fiable como documento histórico. Basta con analizar el negativo original bajo un microscopio para detectar sus posibles alteraciones, mientras que la integridad de un archivo de imagen digital nunca puede estar verificada al cien por cien.
Eso puede importar poco a los que sólo quieren mostrar fotos de sus vacaciones en Facebook. Pero en cierto modo se trata de algo crucial. Este fotógrafo documental nos cuenta que si los museos y archivos siguen usando como documentos sólo imágenes digitales podemos encontrarnos dentro de algunas décadas “con un paréntesis en nuestra memoria histórica”. La resistencia al tiempo de las películas que contenía la maleta perdida de Robert Capa parece darle la razón.
Quizá por eso vende sus propias fotos positivándolas con los mejores materiales químicos. Como puede verse en esta web. Pero estudios científicos al margen la apuesta comercial de Ostrowski ha tenido cierto éxito por “un compromiso que va más allá de los números”. Puede parecer una afirmación romántica, y probablemente lo es, pero no hay que olvidar que el negocio de la fotografía alimenta muchos sueños. Y para algunos esos sueños no pueden ser plasmados con la tecnología digital.
Aunque los fotógrafos españoles que visitan la web de foto-r3.com lo hacen por algo más que motivos sentimentales. Al igual que otras tiendas especializadas de fuera de España su oferta de productos analógicos es sorprendentemente variada. Y eso que las estrellas de su catálogo no son Kodak ni Fuji.
La mayoría del material que vende proviene de pequeñas firmas. Como es el caso de la checa Foma, la británica Kentmere, o la alemana Rollei. Ostrowski se deshace en elogios ante unas empresas que para él son el futuro de la fotografía analógica y cuya salud económica califica de “excelente”. De hecho, resalta que “fabrican muchas veces a plena capacidad”. Algo que achaca a que son capaces de trabajar con “modelos de producción artesanal”.
La osadía de este apasionado por la fotografía química parece no tener límites. Pues nos cuenta que pronto ofrecerá un servicio para convertir en negativos físicos de alta calidad imágenes digitales. Estos podrán ser positivados sobre papel químico en un cuarto oscuro. El proceso contrario a la digitalización de fotos de carrete.
El reciente golpe de efecto de Fuji se debe a que en el corazón de su nueva máquina laten los frutos de sus investigaciones en la fabricación de película. Lo que hace especial a la X-Pro1 no es sólo su aspecto retro y la consistencia de su cuerpo, un detalle que comparte con las recientes Fuji X100 y X10. La clave está en sus entrañas. Su sensor de imagen, denominado X-Trans CMOS, innova en que capta la luz de forma similar a como lo hace un carrete.
Según la empresa japonesa eso se traduce en una calidad de imagen comparable a las de las cámaras réflex más profesionales. Aunque no hemos tenido ocasión de comprobarlo, la cosa quizá va en serio. Al menos eso parecen indicar las fotos oficiales hechas con la X-Pro1 que se han difundido. Si esas optimistas predicciones se cumplen incluso su precio, seguramente prohibitivo para un aficionado, sería atractivo para algunos.
Se especula que cuando salga a la venta costará menos que algunas de las máquinas con las que compite en calidad de imagen. De hecho, la demanda del único modelo profesional de la serie X que ya está a la venta, la X100, ha sido tal que, tras su lanzamiento, Fuji apenas daba abasto para fabricar suficientes unidades. Con la X-Pro1 es previsible que suceda lo mismo. Quizá por ello hace pocos días The Economist ponía a la empresa japonesa como ejemplo frente a Kodak de firma que ha logrado adaptarse a la venta de tecnologías digitales.
¿Por qué Kodak no ha logrado lanzar un producto que despierte un entusiasmo similar en los últimos 10 años? No es ningún secreto que el mítico logo rojo sobre fondo amarillo de sus anodinas cámaras digitales apenas hace mella en el comprador. Probablemente la causa hay que buscarla en que la empresa no ha aprovechado su extraordinario legado.
Ni siquiera se han molestado en hacer, como Fuji, que sus máquinas digitales simulen el color de sus películas analógicas. Un factor estético del que paradójicamente ha terminado sacando tajada Apple, que obtiene beneficios por las ventas de aplicaciones de fotografía retro para iPhone, como Instagram. Un fenómeno a nivel mundial que incluso está provocando furor en la industria de la moda.
Quizá la atracción que nos producen las imágenes melancólicas de Instagram sea el síntoma más palpable de nuestra ceguera al dejar de fijar recuerdos en plata quemada. Pero como apunta Mark Ostrowski “existen pocas personas ya que indagan sobre las implicaciones que supone el cambio de un paradigma a otro
Desde que comenzó esa aventura hace 10 años, justo al arrancar la crisis de las grandes empresas de película, su firme apuesta por la fotografía artesanal le ha permitido consolidar su tienda en un mercado que, a pesar de ser minoritario, sigue vivo y puede tener más futuro del que sospechamos.
En Fuji, la segunda empresa en venta de película fotográfica a nivel mundial, nos dan algunos datos pesimistas sobre la salud de su división analógica. En España se venden un total de 500.000 carretes al año. Una cifra que sabe a poco, pues en los buenos tiempos entre todas las empresas se facturaban 40 millones. El porcentaje cae entre un 40 y un 50 por ciento cada año.
Pero también nos proporcionan dos datos más positivos. El primero es que la venta de sus cámaras instantáneas analógicas se ha incrementado notablemente. Otro indicio que confirma el resurgimiento de la foto instantánea es que en Barcelona se acaba de abrir una tienda de Impossible Project. La empresa que ha logrado volver a fabricar y vender carretes instantáneos para cámaras Polaroid.
El papel sigue vendiendo
Otra cifra relativamente positiva son las ventas de papel fotoquímico (con el se obtiene en los laboratorios copias a partir de fotos analógicas o digitales). Pues sólo han descendido entre un 5 y un 10 por ciento. Lo que parece probar que existe un interés por ese producto, principalmente por parte de los profesionales. La razón es que ofrece más calidad y durabilidad que los papeles para impresoras de inyección de tinta.Al menos eso piensa Ostrowski, que cuestiona las pruebas de resistencia al paso del tiempo que dan las empresas de impresión digital. "Son estudios de laboratorio muchas veces encargados por las propias multinacionales”, apunta. Lo que está plenamente demostrado es que una foto fijada sobre un soporte de gelatina de plata puede durar un siglo y medio.
La fotografía tradicional también es mucho más fiable como documento histórico. Basta con analizar el negativo original bajo un microscopio para detectar sus posibles alteraciones, mientras que la integridad de un archivo de imagen digital nunca puede estar verificada al cien por cien.
Eso puede importar poco a los que sólo quieren mostrar fotos de sus vacaciones en Facebook. Pero en cierto modo se trata de algo crucial. Este fotógrafo documental nos cuenta que si los museos y archivos siguen usando como documentos sólo imágenes digitales podemos encontrarnos dentro de algunas décadas “con un paréntesis en nuestra memoria histórica”. La resistencia al tiempo de las películas que contenía la maleta perdida de Robert Capa parece darle la razón.
Quizá por eso vende sus propias fotos positivándolas con los mejores materiales químicos. Como puede verse en esta web. Pero estudios científicos al margen la apuesta comercial de Ostrowski ha tenido cierto éxito por “un compromiso que va más allá de los números”. Puede parecer una afirmación romántica, y probablemente lo es, pero no hay que olvidar que el negocio de la fotografía alimenta muchos sueños. Y para algunos esos sueños no pueden ser plasmados con la tecnología digital.
Aunque los fotógrafos españoles que visitan la web de foto-r3.com lo hacen por algo más que motivos sentimentales. Al igual que otras tiendas especializadas de fuera de España su oferta de productos analógicos es sorprendentemente variada. Y eso que las estrellas de su catálogo no son Kodak ni Fuji.
La mayoría del material que vende proviene de pequeñas firmas. Como es el caso de la checa Foma, la británica Kentmere, o la alemana Rollei. Ostrowski se deshace en elogios ante unas empresas que para él son el futuro de la fotografía analógica y cuya salud económica califica de “excelente”. De hecho, resalta que “fabrican muchas veces a plena capacidad”. Algo que achaca a que son capaces de trabajar con “modelos de producción artesanal”.
La osadía de este apasionado por la fotografía química parece no tener límites. Pues nos cuenta que pronto ofrecerá un servicio para convertir en negativos físicos de alta calidad imágenes digitales. Estos podrán ser positivados sobre papel químico en un cuarto oscuro. El proceso contrario a la digitalización de fotos de carrete.
Raíces analógicas en tecnología digital
A la vez que Kodak quiebra, Fuji, su eterna rival, ha logrado que su nueva cámara, la X-Pro1, fuese uno de los lanzamientos más importantes en la última edición del CES, la feria tecnológica que todos los años se desarrolla en Las Vegas.El reciente golpe de efecto de Fuji se debe a que en el corazón de su nueva máquina laten los frutos de sus investigaciones en la fabricación de película. Lo que hace especial a la X-Pro1 no es sólo su aspecto retro y la consistencia de su cuerpo, un detalle que comparte con las recientes Fuji X100 y X10. La clave está en sus entrañas. Su sensor de imagen, denominado X-Trans CMOS, innova en que capta la luz de forma similar a como lo hace un carrete.
Según la empresa japonesa eso se traduce en una calidad de imagen comparable a las de las cámaras réflex más profesionales. Aunque no hemos tenido ocasión de comprobarlo, la cosa quizá va en serio. Al menos eso parecen indicar las fotos oficiales hechas con la X-Pro1 que se han difundido. Si esas optimistas predicciones se cumplen incluso su precio, seguramente prohibitivo para un aficionado, sería atractivo para algunos.
Se especula que cuando salga a la venta costará menos que algunas de las máquinas con las que compite en calidad de imagen. De hecho, la demanda del único modelo profesional de la serie X que ya está a la venta, la X100, ha sido tal que, tras su lanzamiento, Fuji apenas daba abasto para fabricar suficientes unidades. Con la X-Pro1 es previsible que suceda lo mismo. Quizá por ello hace pocos días The Economist ponía a la empresa japonesa como ejemplo frente a Kodak de firma que ha logrado adaptarse a la venta de tecnologías digitales.
¿Por qué Kodak no ha logrado lanzar un producto que despierte un entusiasmo similar en los últimos 10 años? No es ningún secreto que el mítico logo rojo sobre fondo amarillo de sus anodinas cámaras digitales apenas hace mella en el comprador. Probablemente la causa hay que buscarla en que la empresa no ha aprovechado su extraordinario legado.
Ni siquiera se han molestado en hacer, como Fuji, que sus máquinas digitales simulen el color de sus películas analógicas. Un factor estético del que paradójicamente ha terminado sacando tajada Apple, que obtiene beneficios por las ventas de aplicaciones de fotografía retro para iPhone, como Instagram. Un fenómeno a nivel mundial que incluso está provocando furor en la industria de la moda.
Quizá la atracción que nos producen las imágenes melancólicas de Instagram sea el síntoma más palpable de nuestra ceguera al dejar de fijar recuerdos en plata quemada. Pero como apunta Mark Ostrowski “existen pocas personas ya que indagan sobre las implicaciones que supone el cambio de un paradigma a otro
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