¡Adiós Granada,
Granada mía!
Adiós Granada,
Granada mía,
yo no volveré a verte
más en la vía.
Ay, me da pena
vivir lejos de tu vega
y del sitio en que reposa
el cuerpo de mi morena.
~ ~ ~
¡Dobla campana,
campana dobla!
Campana dobla,
dobla campana,
que tu triste sonío
me traen las olas,
que horas tan negras
en la cajita la veo
y la nieve de sus labios
aún en los míos la siento.
¡Dobla, dobla campana!...
- Tomás Barrera Saavedra es el ejemplo arquetípico de compositor hispano de los siglos XIX y XX, cuya actividad creativa estuvo vinculada fundamentalmente al ámbito teatral, lo que en la España del cambio de siglo quería decir al mundo de la zarzuela; en relación con este hecho no es nada extraño el olvido de su obra y de su figura, que se une al de otros muchos compositores y libretistas. La brecha abierta en España por la guerra civil hace que la zarzuela pase de ser un género vivo a uno histórico; y la “historia” se escribirá con una selección de nombres, no necesariamente los mejores, suponiendo la desaparición de otros muchos. Es desde hace no mucho cuando se ha vuelto la mirada atrás para reescribir esa historia añadiendo al discurso ya escrito las conclusiones derivadas del conocimiento de obras esenciales totalmente desconocidas de los autores ya consagrados y lo que es más importante de obras de autores completamente olvidados. Ese es el caso de Tomás Barrera.
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